1.-
Nacimiento, Bautismo, confirmación, profesión religiosa.
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El 24 de noviembre
de 1713 nacía el tercer hijo del matrimonio campesino formado
por Antonio Serra y Margarita Rosa Ferrer, naturales y vecinos de Petra
(Mallorca). El niño, nuestro Siervo de Dios, recibió en
el sacramento del bautismo, administrado el mismo día, los nombres
de Miguel José. De los cinco hermanos que tuvo, sólo una
niña, Juana María, sobrevivió; uno de los hijos
de ésta sería luego el religioso Capuchino Fray Miguel
de Petra, matemático y arquitecto renombrado. Don Atanasio Esterripa,
obispo de Mallorca, confirmó el 26 de mayo de 1715 a Miguel José.
Cuando sus fuerzas
lo permitieron, el joven ayudó en las faenas agrícolas,
al paso que frecuentaba la escuela aneja al vecino convento franciscano
de San Bernardino, de cuya Iglesia fue Acólito. El trato continuo
con los religiosos suscitó en él la vocación y
un cierto día de septiembre de 1729 marchó con sus padres
a Palma, capital de la Isla, resuelto generosamente a consagrar su vida
a Dios. El 14 de septiembre de 1730 vistió el hábito franciscano
en el monasterio de Santa María de los Ángeles de Jesús,
extramuros de la ciudad de Palma. Al pronunciar la profesión
religiosa el 15 de septiembre de 1731, cambió su nombre por el
de Junípero, el amable compañero de San Francisco cuya
simplicidad tanto admiraba.
2.- Sacerdocio. Actividades
en Mallorca.
La Provincia
Franciscana Insular tenía su centro de estudios en el grandioso
convento de San Francisco de Palma, fundación del Rey Jaime II;
aquí transcurrieron los dieciocho años sucesivos de Junípero,
quien, superados con brillantes los tres años de Filosofía,
emprendió los estudios Teológicos y los concluyó
en junio de 1737. Sabemos que en marzo del año anterior había
recibido el diaconado, pero ninguna constancia queda del día
y año de su ordenación sacerdotal; en cambio, se conocen
las fechas en que se le otorgaron facultades para predicar y oír
confesiones.
Apenas cumplidos
los 24 años, Fray Junípero concurrió a oposiciones
para Lector de Filosofía el 29 de noviembre de 1737 y en enero
de 1740 fue destinado a enseñarla en el convento de San Francisco.
Hasta 1743 ejerció la docencia de Filosofía escotista.
Después de Doctorarse en Teología en 1742, fue elegido
para desempeñar la cátedra de Prima de Teología
escotista en la Universidad Luliana de la Capital, empeño que
comenzó el 25 de enero de 1744. Estamos informados de que se
le reputaba cual profundo y sabio profesor y un manuscrito relativo
a la Universidad revela que participó en casi cien exámenes.
Aunque el estudio
y la enseñanza ocuparon estos años de su vida, el Siervo
de Dios no descuidó el celo sacerdotal por las almas. Severo
consigo mismo, era muy requerido de sus penitentes, a los que trataba
con caridad comprensiva. Recorrió toda Mallorca, llamado a predicar
en numerosos púlpitos: su ciencia y dotes oratorias cosecharon
abundante fruto espiritual, sobre todo durante las Cuaresmas.
Hacia finales
de 1748, sin que podamos determinar la fecha, Fray Junípero experimentó
el llamamiento interior de misionero entre infieles. Contaba ya 35 años
y la decisión a tomar era muy importante; por eso oró
con fervor al Señor y mantuvo secreto su designio hasta que su
discípulo Francisco Palóu le confió idéntica
vocación. Las necesarias Obediencias llegaron cuando Junípero
se hallaba predicando la Cuaresma de 1749 en Petra, su pueblo natal.
Al salir de allí el 8 de abril, nada comunicó a sus ancianos
padres y familiares sobre el inminente viaje para América. El
día 13 se despidió de la Comunidad de San Francisco de
Palma besando las pies incluso al menor de los novicios, luego, Palóu
y él zarparon hacia Málaga y después a Cádiz.
3.-
En Nueva España, Misionero en la Sierra Gorda.
El 18 de
Octubre de 1749 anclaba el navío en San Juan de Puerto Rico
y los 27 religiosos dieron una Misión de 8 días a
la población; sus espléndidos resultados fueron atribuidos
por unanimidad al entusiasmo desplegado por el Siervo de Dios. El
7 de diciembre, después de 99 días de penosa travesía,
el barco entró en Veracruz.
Mientras
Fray Junípero recorría a pie las cien leguas hasta
la capital del Virreinato, se le formó una llaga que afectaría
a la pierna izquierda durante el resto de su existencia. En la mañana
del 1 de enero de 1750, Serra y su acompañante fueron recibidos
por Palóu en el Colegio Apostólico de San Fernando,
emplazado entonces a las afueras de la Capital.
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Fray
Junipero recibiendo el Viático
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A finales del
siglo XVII, las misiones franciscanas de América conocieron un
periodo de esplendor iniciado en 1683, año de la fundación
del Primer Colegio Franciscano de Propaganda Fide en Nueva España,
el de Santa Cruz de Querétaro, erigido por el Mayorquín
Fray Antonio Linás de Jesús. El de San Fernando de México,
al que perteneció Fray Junípero, había empezado
a funcionar en abril de 1734 y sus miembros evangelizaron enormes extensiones
del virreinato de Nueva España hasta 1853.
Durante los
cinco meses de estadía en San Fernando, el Siervo de Dios prodigó
ejemplos de vida interior fervorosa: autorizado por el Maestro, añadía
los ejercicios de piedad a los novicios al riguroso horario de la comunidad.
Cuando el Padre Guardián solicitó voluntarios para las
Misiones de la Sierra Gorda, él fue el primero en ofrecerse.
En compañía de Palóu, llegó a Jalpan, Centro
Fernandino de la Sierra, el 16 de junio de 1750; allí quedaron
ambos como ministros.
Poco a poco, sus pláticas edificantes calaron en las mentes elementales
de los indígenas y según Palóu, se logró
que unos cien frecuentaran los sacramentos fuera edl tiempo pascual.
A mediados de 1751, el Siervo de Dios hubo de aceptar la presidencia
de las cinco misiones serranas.

Misión de Jalpan
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Acostumbrados
ya al trabajo de sus Pames, Serra acometió la construcción
de un templo de piedra en Santiago de Jalpan. Hombro con hombro
con ellos, acarreó pesadas vigas y bloques pétreos
y así surgió la estupenda Iglesia barroca que aún
ahora llama poderosamente la atención.
A imitación
de ella, otras cuatro se levantaron en las demás misiones.
En septiembre de 1752, Junípero se desplazó a la capital
y fue designado Comisario de la Inquisición para Nueva España.
Cuando años más tarde, en 1770, se entregaron las
misiones fernandinas al clero secular, el Arzobispo Lorenzana y
el propio Marqués de Croix, encomiaron altamente la labor
misional cumplida.
El Siervo
de Dios renunció a su cargo de Presidente mediado 1754, pero
Palóu y él siguieron trabajando en Jalpan hasta septiembre
de 1758.
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4.-
Predicación popular por Nueva España. Sus oficios.
En marzo
de aquél año los comanches de Texas habían
arrasado la misión de San Sabá de la Santa Cruz y
asesinado al Presidente Fray Alonso Giraldo de Terreros y al fernandino
José Santiesteban. Para sustituirlos se eligió a Fray
Junípero y Palóu; pero dado que las autoridades civiles
retuvieron imprudente restaurar la misión de San Sabá,
nuestro Serra fue empleado en otro de los cometidos de los Colegios
Apostólicos, las misiones entre fieles. Después de
ocho años de vida activa, acomodó su espíritu
a la rutina regular del claustro, imponiéndose austeridades
mayores que las exigidas por el propio Colegio.
Obtuvo el
máximo de votos para el cargo de Guardián de San Fernando
en diferentes capítulos, más logró que no se
le confirmara, si bien en 1761 tuvo que aceptar el oficio de Maestro
de novicios, que desempeñó hasta noviembre de 1764.
Por espacio
de ocho años y medio, predicó misiones populares en
varias diócesis de México, consiguiendo abundantes
conversiones; desde 1758 a 1767 recorrió unos 4,400 kilómetros,
considerable ajetreo para un hombre de su edad y con la pierna ulcerada.
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Cruz
de Caravaca
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5.- Apostolado en ambas Californias.
Carlos III,
Rey de España, ordenaba perentoriamente en junio de 1767 la expulsión
de la Compañía de Jesús de todos sus dominios.
Las misiones jesuíticas de la península de California
fueron asignadas el colegio de San Fernando, que llamó inmediatamente
a Fray Junípero, ocupado a la sazón en la región
de Mezquital. Con él de superior, 14 fernandinos se dirigieron
al nuevo destino el 16 de julio de 1767.
A sus 54 años,
la obediencia le destinaba a la magnífica empresa de su existencia:
implantar Fe y civilización en las tierras inéditas de
la Alta California.
Los frailes
desembarcaron en Loreto, Baja California, el 1 de abril de 1768. Ocupaban
los dos tercios superiores del territorio indios Cochimíes, dejando
el tercio meridional para gentes de habla Guaicurán; según
cálculos acertados de los Jesuitas, que estuvieron 60 años
entre ellos, llegaban a 50,000 habitantes.
El virreinato
de Nueva España veíase amenazado por aquella época
desde las posesiones francesas de Luisiana; ante las costas septentrionales
americanas del Pacífico podría presentarse la potencia
naval inglesa; y sobre todo tramperos y colonos rusos descendían
ya desde Alaska.
Para conjugar
tal situación, el Visitador General José de Gálvez
debía promover la ocupación preventiva de Alta California.
Entre el 31 de octubre de 1768 y el 10 de enero siguiente, Gálvez
y Serra sopesaron con minuciosidad todos los aspectos de las cuatro
expediciones proyectadas hacia lo desconocido. Las tres primeras
se pusieron en marcha en los meses iniciales de 1769; la cuarta,
por tierra, llevaría por Comandante a Gaspar de Portolá
y a Junípero como capellán y diarista, quien, no obstante
el empeoramiento de su pierna, expresó confianza irreductible
en llegar al puerto de San Diego. El único Diario escrito
por él, recoge puntualmente las incidencias de la larguísima
caminata, empezada el 28 de marzo de 1769. La caravana avistaba
el 1 de julio la deseada bahía de San Diego, con los Barcos
<<San Carlos>> y <<San Antonio>> fondeados
en ella.
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Relicario
Indígena de Fray Junípero
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6.-
Fundación de misiones en Alta California.
A pesar de que
el escrobuto había diezmado las tripulaciones y causaba estragos
en la tropa, el día 16 se procedió a fundar la primera
misión de Alta California, la de San Diego de Alcalá.
Cansados de los extraños huéspedes, los indios atacaron
el 15 de agosto, poniendo a prueba la voluntad de sacrificio del Siervo
de Dios. Después de buscar en vano el abrigo de Monterey y en
vista de la penuria de abastecimientos, pues no comparecían las
navíos de socorro, el Comandante Portolá decidió
abandonar San Diego; entonces se presentó providencialmente la
nave <<San Antonio>>, cuando Junípero había
resuelto quedarse ahí con otro compañero.
El 3 de julio
de 1770 se erigió la misión de San Carlos Borromeo en
Monterey, identificado por fín; pasado un mes, Pedro Fages suplantaba
a Portolá en la comandancia de los nuevos establecimientos californianos.
En julio de 1771, el Padre Presidente establecía la misión
de San Antonio de Padua y en agosto surgía la de San Gabriel,
englobada ahora en la megápolis de Los Angeles.
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El 1 de
septiembre de 1722, Serra fundaba otra misión, la de San
Luis Obispo de Tolosa. Se iba poblando la costa de nombres franciscanos
enlazados por el llamado Camino Real, verdadero cordón umbilical
de la California Hispana.
El catalán
Fages demostró intemperancia con los religiosos y los acusó
por carta ante el Virrey. Junípero debía defender
a sus súbditos y ya que el Comandante controlaba el correo,
decidió ir a México, olvidándose de sus 60
años, de las enfermedades y de los 2,000 kilómetros
de distancia.
Mal repuesto
de fiebres malignas que le habían postrado en Guadalajara
y Querétaro, pudo alcanzar el Colegio de San Fernando el
6 de febrero de 1773 y cuando su debilidad no le forzaba a guardar
cama, observó con religiosidad extrema la vida conventual.
Por orden del Guardián, redactó un informe sobre la
situación de California y el 15 de marzo lo entregó
al Virrey Bucareli, quien recordaría años después
la impresión causada por el Siervo de Dios, cuyo celo Apostólico
ensalza y cuyas ideas adoptó complacido.
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Agotado
y envejecido, pero con el alma puesta en Dios, Serra Salía de la
Capital en septiembre de 1773; para despedirse había besado los
pies de la comunidad de su colegio.
La nueva fragata
<<Santiago>> con el a bordo, se vió obligada a recalar
en San Diego el 13 de marzo de 1774; días después, el
22, llegó a la misión de San Gabriel el Capitán
Juan Bautista de Anza con una partida, abriendo así la ruta terrestre
entre Sonora y California, calurosamente recomendada por el Padre presidente
al Virrey.
Luego de visitar
San Gabriel, San Luis y San Antonio, Junípero entraba en su residencia
del Carmelo a primeros de mayo de 1774. Fernando de Rivera y Moncada,
nombrado recientemente Comandante, se presentói en Monterey el
23 del citado mes, con el impetuoso y depuesto Pedro Fages realizó
Serra un hermoso acto de caridad que conmovería al Virrey.
7.- Entre dificultades
y desastres.
Transcurrido
un año de relativa tranquilidad y de cristiuanización
progresiva, Rivera frenó de continuo el dinamismo creador del
Siervo de Dios, cuyo propósito consistía en dejar establecidas
10 u 11 misiones antes de morir; de momento , solo 5 jalonaban el Camino
Real entre el puerto de San Diego y la Bahía de Monterey.
Aunque 1775
resultó aciago para la Alta California -entre otras adversidades,
ocurrió el incendio y asalto por los Indios a la misión
de San Diego-, también alcanzó su apogeo la gran política
de Bucareli, animada por el monarca Carlos III, y en ella tuvo parte
relevante el Siervo de Dios, encandilado por la idea de los pueblos
que esperaban el Evangelio a lo largo de las costas septentrionales
del pacífico.
Cuando Junípero
dirigía personalmente la reconstrucción de San Diego,
el Comandante hizo suspender los trabajos, temeroso de un hipotético
ataque indígena; las obras se reanudaron el 17 de octubre
de 1776 y en noviembre Serra declaró fundada la Misión
de San Juan Capistrano y regresó a Carmelo en enero de 1777.
En el mes siguiente, Felipe de Neve se instalaba cual nuevo Gobernador
en Monterey, elevada a capital de las Californias; en seis años,
la Alta California había superado el desarrollo de la Baja.
Otra noticia consoló al Padre Presidente: la Santa Sede Autorizaba
al Colegio de San Fernando para que uno de sus misioneros administrara
el sacramento de la Confirmación; sin embargo, no llegó
la patente oficial del privilegio.
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8.-
Problemas en ocasión del Sacramento de la Confirmación
Presto se desvanecieron
las esperanzas depositadas en Neve, personaje que hizo cuanto pudo en
6 años para secularizar la empresa de California y deparó
a Fray Junípero más amarguras que nadie.
Desde últimos
de septiembre de 1777 hasta el 11 de octubre, el presidente visitó
las misiones de Santa Clara y San Francisco y a comienzos de 1778 su
amigo el virrey de Bucareli le anunciaba que las Californias no dependían
ya de su autoridad, pues formarían parte de las recién
creadas Provincias Internas, organismo gobernado por el Comandante General
Teodoro de Croix desde la sede de Arispe. A mediados de junio de dicho
año, Serra recibió la Patente para poder confirmar.
9.- Amenazas sobre las misiones. Muerte
ejemplar de Fray Junípero
Sombríos
presagios se cernían desde hacía algunos años sobre
las misiones californianas. Fray Antonio de los Reyes, veterano miembro
del Colegio de Querétaro y preconizado Obispo de Sonora, propugnaba
la creación en las Provincias Internas de 4 Custodias Franciscanas,
desvinculadas de las Provincias y Colegios; una de tales custodias,
la de San Gabriel, abarcaría ambas Californias, con la consecuencia
de que todas sus misiones se confiarían a una sola Orden Religiosa,
la de los dominicos en la mente de Reyes. Cercano al fin, el Siervo
de Dios expresa en su ultima carta conocida seria aprensión de
que su obra, fruto de tantos afanes apostólicos, escapara de
manos franciscanas, aunque acepta sumiso la voluntad del Señor
y termina solicitando oraciones a la Virgen Santísima.
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Al caducar
la facultad de confirmar en julio de 1784, se reconcentró
en sí mismo. Fray Francisco Palóu acudió al
Carmelo, llamado por Serra, y maestro y discípulo comentaron
durante varios días la escasez de voluntarios para las misiones.
El 26 de agosto de 1784 repitió la confesión general
entre lágrimas; al día siguiente, marchó por
su propio pie a la capilla para recibir la Sagrada Eucaristía
y por la noche le fue administrada la extremaunción.
Parecía
algo mejorado con el amanecer del día 28 y salió a
saludar a los oficiales del navío <<San Carlos>>;
pero la hermana muerte lo encontró poco antes de las dos
de la tarde recostado sobre la cama de tablas y con su crucifijo
misional en el pecho.
Su trabajada
vida había durado 70 años, 9 meses y 4 días;
casi durante 54 vistió con dignidad el sayal franciscano;
de sus 46 años de sacerdocio, 35 y medio se consumieron como
misionero apostólico y dedicó los 15 últimos
a roturar el campo pagano de la Alta California.
Desconsolados,
los indios velaron toda la noche el cadáver del entrañable
<<Padre Viejo>> que los había engendrado en Jesucristo
y recortaron su hábito y cabellos. Tras solemnes funerales
celebrados el domingo 29 de agosto, los venerables restos de Fray
Junípero Serra fueron inhumados en el presbiterio, en el
lado del Evangelio, cabe la tumba de su querido alumno Padre Crespí.
Todavía ahora yacen allí, en el templo de Misión
de San Carlos de Monterey o el Carmelo, su residencia como Presidente
de las Misiones del Colegio de San Fernando de México.
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